lunes, 16 de enero de 2012

La Espejo Casa encantada (Capitulo 2)


Principios de los años 30, S. XX.
En el barrio la llamaban La Catalana... Era una joven viuda, a quien las malas lenguas culpaban de respetar poco el luto... Libertina e insaciable, decían que aun no estaba frío el marido y ella ya tenía zángano que polinizara su flor.
Él era aun muy joven, unos 12 años, pero su altura, superior a los demás chicos de su edad, y su rápido desarrollo, habían llamado la atención de La Catalana.
-Niño ven aquí conmigo – le dijo un día.
Él se acerco tímidamente a sentarse, sobre la cama, junto a la señora.
No levanto la vista... Era tímido...
-No me tengas vergüenza... No te voy a comer... Al menos aun
Aquello ultimo le hizo temblar... Se contaban algunas cosas sobre lo que había ocurrido con la descendencia de aquella mujer.
La carnosa sonrisa de La Catalana se volvió cándida tras su anterior picardía.
-Era broma, mi niño... No me tengas miedo.
-No la... Tengo miedo.
La carnosa y amplia boca de ella atrapo la del niño en un cálido beso de amantes... Las manos expertas buscaron el pequeño pene que ya estaba duro como una piedra...
-¡Uyyyy! Malo, malo... No te me iras a correr tan pronto.
-No... No, señora.
-Eso espero... sino te quedaras sin los 10 reales que te prometí.
El chico se dejo hacer, ni siquiera rechisto cuando aquella aspiradora engullo su penecito...
-Que rica cosita tienes, mi niño.
Y de repente... Plash... Hubo de estallar.
-Maldito pendejito, se acabo el chollo por tu poca resistencia.
-Lo-Lo siento...
-Mas te vale.
El chico se levantó
-¿Señora?
-No pienses ni en la mitad de los 10 reales... Vete a tu casa.
El niño obedeció, se maldijo por aquella corrida precoz.
De todos modos... Sabía con quien pagar su frustración: Él sexo era tabu en esa época, pero, si eras silencioso nadie te molestaba... Claro que, si el sexo era tabu, hacértelo con tu hermana pequeña, era...
La niña era aun muy inocente, era fácil aprovecharse de ella... La madre ausente por defunción, el padre, carnicero, ausente por negocio... Cuando, ella, le vio entrar, ya sabía a que iban a jugar...
... Le imito, y desnudo su cuerpo de niña... Se dejo atar...
... Primero, siempre, la azotaba durante unos minutos... Después, ella jugaba con la cosa de su hermano, a veces él la pedía que se la metiera en la boca... y cuando se le había puesto dura, él le metía la cosa en su cosita... A veces, si ella estaba cansada o la costaba imaginar, él la hacía daño...

Actualidad...
-Mmmm... Que lindura – dice nada más ver a la otra curiosa, soltando el cuerpo inerte de su compañero, mientras se acerca a observarla con mayor deleite y atención, t una descarnada sonrisa en su monstruoso rostro lunar -... Estas más rica de cerca que desde ahí fuera.
El extraño payaso se acerca a ella, ronroneando y sonriente... Ella siente que por el pánico las piernas no le responden, intenta alejarse, arrastrándose hacia la puerta...
-Es inútil, corderito – dice aplastándole la mano con uno de sus zapatones, mojándola con la baba que cae de esa boca deformada en una cruel sonrisa -... Una vez entras, ya nunca – saca el cuchillo, manchado con costras de sangre seca -... nunca sales.
Aquella joven le recordaba tanto a alguien de su pasado...

Principios de los años 30, S. XX.
... Isabelita, la bella vecina de arriba...
Aquel día una vez acabó de saciarse con su hermana, corrió a llorar en el hombro de Isabelita.
-¿Por qué lloras?
-¿La Catalana abuso de mi?
-¿Cómo?
-Me dijo que me daría dinero a cambio de dejarme tocar un rato... Pero luego no quiso pagarme...
-¡Oh!
-Me siento sucio.
-¿Quieres que te deje bañarte en casa?
-Quiero que me acompañes a reclamar mi dinero.
-¿Cómo?
-A lo mejor ya se desenfado y me paga.
-Pues vamos.
Cogidos de la mano fueron hasta la casa de La Catalana.
La mujer les abrió, vestía con corpiño y una falda larga... Sus voluptuosas formas resaltaban con estas ropas tan a la francesa... Y el color rojo aumentaba lo cobrizo de su piel.
-Ya te dije que no te pagaría.
Isabelita se adelantó.
-Páguele, señora... ¿Se siente orgullosa de lo que ha querido hacer con mi amiguito?
La mujer pareció cambiar de idea.
-Traes un amiguita muy linda... Anda pasad.
Para su anfitriona, Isabelita era toda una novedad... Y la gustaba mucho lo que veía: castaña clara de melena lacia, ojillos claros, boquita graciosa, quizá demasiado delgada...
-¿Quién eres, niñita? ¿Te comió la lengua el gato?
Isabelita cogió aire y valor, ella también había oído la parte más terrible de las historias que sobre aquella mujer se contaban.
-Me llamo Isabel.
-Encantada. Eres muy linda, Isabel, aunque un poco delgaducha.
-No tanto.
-Eres deliciosa.
La mano de la mujer acarició la carita de la niña.
-Me preguntaba: ¿Te apetecería ganarte un dinero?
La niña se lo pensó... En aquellos tiempos, como en cualquier pasado presente o futuro, el dinero siempre era dinero... Aun sabiendo por donde podrían ir los tiros.
-¿Qué hay que hacer?
-Desnudarte, dejarte bañar, quizá jugar con tu amiguito... Lo que surja.
Isabelita sabía de las dificultades que tenía en casa, y él dinero sería bien venido.
-Ok
-Hemos hecho un trato...
Todo lo que aquella tarde pasó, el chico lo vio todo por una rendija... Hacía tiempo que se masturbaba, pese a la demonización, de los curas, hacía esa practica, y no perdió ocasión...
-Con que gusto os comía a los dos, ahora – escuchó decir a la mujer, mientras disfrutaba de los encantos de la joven y fresca florecilla.
Las extasiadas palabras de La Catalana harían hondo agujero en la mente del chico, y años después sería él quien llevara a cabo esta sentencia con otros...
Tras una hora la mujer se dio por satisfecha... Pagó a Isabelita 40 reales (4 veces lo que iba a pagarle al chico antes) y la prepara un bocadillo para la vuelta...
Los dos jóvenes volvieron caminando a casa... él todo el camino con las manos a la espalda... ella contando lo que ganó...
... No tenían por qué coger ese callejón... Pero él aprovecho que ella estaba distraída... Allí, bañado en la oscuridad exculpatoria, descubrió el cuchillo, hurtado a La Catalana, ante la pobre Isabelita, que ni siquiera tuvo tiempo de gritar... Los muros se tiñeron de sangre... Y luego fue el suelo... el camino hasta su casa... El reguero por las escaleras... El reguero en el pasillo... Un reguero que llegaba hasta la cocina, donde padre guardaba los utensilios, para repuesto, de carnicería...

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