martes, 24 de enero de 2012

El Bufón: La sonrisa del pequeño payaso


¿Cuándo pierde la sonrisa un niño? Cuando comprende que existe la mortalidad, y que él también tiene fecha de caducidad.
-Que bueno que te dejes comer – dijo la mujer, frotándose las manos, mientras el flacucho muchacho, disfrazado de arlequín, la miraba sin entender, abrazado a su violín.
La mujer le había abierto la puerta de la casa, y antes de que él dijera nada ella ya había anunciado.
-¿Truco o trato?
Él con los ojos enrojecidos y la mente confusa, se limitó a asentir sin saber muy bien donde estaba, cuando estaba, y que debía contestar.
-Truco, por supuesto – se respondió la mujer, alargando el brazo para alborotar con la mano, el ya despeinado cabello del muchacho.
Lo invitó a pasar.
Él que no recordaba quien era, ni como había llegado hasta esa puerta... que había llamado por puro instinto, tan solo obedeció lo que la mujer le indicaba.
Le sentó en un sofá, enorme en comparación con su cuerpo, y ella se sentó enfrente.
-Voy a comerte ¿Te supone mucho problema? – pregunto la mujer, con una sonrisa esperanzada.
El le respondió que no había ninguno, porque pensó que, complacerla, era lo más correcto dada la hospitalidad de su anfitriona.
Lluvia, gritos... bultos de carne sobre el asfalto... sangre...
La lluvia y los gritos conformaban una cortina demasiado espesa dentro de su mente... nublando su memoria.
¿Quién era?
¿Qué hacía allí? ¿Cómo había llegado allí?
Le dolía la cabeza cada vez que intentaba recordar... El primer recuerdo claro en su mente era la puerta de esa casa abriéndose, y aquella mujer preguntándole:
-¿Truco o trato? – para, antes de que él dijera nada, si es que hubiera sabido que decir, añadiera – Truco, por supuesto.
Sus ojos grandes y enrojecidos desviaron la mirada a través de la ventana... Hacia el exterior... La casa era un primer piso, con un jardín grande en la parte de atrás.
-No tengo a donde ir, estoy mojado y tengo frío – fueron las primeras palabras del chico, que miraba a la mujer a través de sus largas pestañas, con ojos irritados y suplicantes.
La mujer sonrió.
-Podría encender la chimenea, pero creo que adelantare más encendiendo el horno – rió la mujer -, mientras, te prestare una manta para que te arropes – fue a buscar en un armario -... Mientras tanto, dime ¿De donde vienes?
-¿De donde vengo? – el chico buscaba la respuesta en su mente, encontró un dolor de cabeza -... No lo recuerdo – respondió con pena, mientras tomaba la manta - ¿Dónde podría desnudarme?
-Sigue al cuarto que esta después de la cocina – le indicó la mujer -. Allí podrás desnudarte, mientras te preparo algo caliente – y pensándoselo mejor - ¿Quieres que te prepare también la bañera, para que te des un baño cálido?
-Claro - asiente el chico lentamente... aún preguntándose de donde había venido, y como había llegado allí -. Si no es mucha molestia, claro.
La mujer le azuzo a que fuera a donde le había indicado.
Una vez allí, el muchacho se deshizo del disfraz de arlequín que se le pegaba al cuerpo... ¿Por qué iba así vestido? Se preguntó.
-Ya estoy – anunció, una vez estuvo solo cubierto con la manta.
-Toma – dijo la mujer entrando en la estancia, con una taza humeante - espero que te guste... Espérame en el comedor, iré a preparar la bañera (un modelo antiguo y de gran tamaño)
No se hizo de esperar mucho la anfitriona.
-Venga, entra. Ya esta todo preparado
El chico entró, sin parecer muy consciente de que participaba en el llegar de su muerte, y, con cierto pudor, dejó caer la manta al lado de la bañera, mientras se introducía en esta...
-Esta muy caliente - anunció el muchacho, aunque, por otro lado, era evidente.
Al mirar el tierno, aunque excesivamente delgado, y pálido cuerpo, los ojos de la mujer brillaron.
-¿Caliente? ¿Que esperabas? Tu mismo me diste permiso para que pudiera comerte – y abandonando el baño - Ya vengo, traeré unas esencias, para que estés mejor
-Me voy a cocer aquí dentro - dijo el muchacho, quien ante el calor parecía despertar de su ensueño.
-Eres un quéjica – digo la mujer, dándose prisa en su regreso -... Tranquilo, aún no te voy a dejar morir, ya estoy aquí – y tendiéndole un frasco -. Toma. Este aceite de almendras te hará sentir mejor. Si quieres te lo pongo yo.
-Sí, mejor. Aun tiemblo, no sabría como ponerme.
La mujer se quitó la ropa y entró a la bañera. Comenzó a masajear al chico, mientras por dentro ya se relamía y lo saboreaba. Comenzó con los pies y fue subiendo.
-¿Cual es tu nombre? ¿Lo recuerdas?
Él negó con la cabeza.
-¿Qué tal si te llamo Bufón? Para lo que vas a durar, al menos así recordaré nuestro encuentro.
-Bueno
-Bufón, ¿sabes?, me gustan las sorpresas ¿A ti te gustan?'
-No lo recuerdo – confesó, sinceramente él.
-Espero que te gusten, por que quiero que este dentro de mi. Me encantaría comerte a pedacitos ¿Te dejarías?
-¿Comerme? – por un momento, lo había olvidado.
-Sí, y por partes – saliendo de la bañera, sin preocuparse en volver a vestirse - Traeré un par de copas con vino ¿Quieres??
-No se si me gusta el vino, pero... Vale.
-¿Prefieres un tequila? ¿Un brandi? – quería atontarlo antes de empezar a comérselo en vivo.
El chico se rasco la cabeza, de cabellos largos, castaños, y despeinados...
-No se si me gusta beber... Traiga lo que usted tome.
La mujer aprovechó su viaje a la cocina para poner a asar una patatas sobre la enorme bandeja que en el interior del horno ya aguardaba al muchacho.
Lleno dos copas y se dirigió al baño.
-Toma – le ofreció al muchacho.
El chico tomó la copa y se la llevó a los labios... Degustó el licor, intentando recordar, esforzándose por vislumbrar si alguna vez lo había probado.
-Es dulce – es todo lo que sabe decir. Al menos le da valor para preguntar -... ¿Servirá para que no me duela cuando empiece a...? – en ese momento, no se atreve a continuar - ¿... cuando me empiece a devorar? – termina, por fin.
-Preguntas mucho, tu lengua debe ser carne ya dura – se quejó la mujer.
El chico asintió, avergonzado por no ser digno de su palabra,
-Perdóneme si la estoy defraudando - dijo con tono apenado.
Y de un trago se terminó la copa.
-Adelante, soy todo suyo – le anunció a su anfitriona, pero sin atreverse a mirarla.
La mujer sonriente, satisfecha, volvió a introducirse en la bañera... Siguió masajeándole, hasta llegar a la altura de la cabeza, entre los hombros y el cuello... caricia y caricia... Sumergiéndole poco a poco, y una vez en el fondo, sosteniéndole a pulso con la finalidad de ahogarlo.
Por instinto lucha, aunque diera su consentimiento, el cuerpo quería vivir donde la mente ya parecía muerta... Burbujas y convulsiones, hasta que se apaga.
-Ya esta listo – susurró la mujer, con sonrisa triunfante.
La mano cerrada y un gesto de suplica en el rostro inerte... ¿durmiente?
La mujer fue a otra habitación, él chico no iba a moverse, y regresó con un carro, especial para esas ocasiones, donde cargarle...
... Y de allí, a la cocina, donde ya había dejado esperando a sus cuchillos, sus agujas quirúrgicas y los condimentos que siempre reservaba para esas ocasiones especiales.
-Una pena que este tan flacucho – dijo, mientras entraba en el baño arrastrando el carro.
Empezaría separando la carne y los músculos del hueso en la zona de los brazos, era una zona que en los más jóvenes conservaba cierta rolliza ternura... Como las mejillas o las nalgas.
El resto, una vez también lo separara del hueso, iría a la nevera para días sucesivos.
La mujer entró en el baño, arrastrando el carro... pero él ya no estaba.

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1 comentario:

  1. Relato que no hubiera podido ser posible sin la colaboración y ayuda de Malukeed

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