jueves, 26 de enero de 2012
El Bufón: Toc, toc ¿Quién es?
Algunos nacen guapos, otros inteligentes, un porcentaje puede que no sea ni guapo ni inteligente, pero, nace con una flor en el culo o un colchón económico, hay quien nace feo, y quien nace idiota, y, por último, hay quien nace para ser un bufón.
Aquellos ojos enormes, melancólicos y algo inquietantes lo observaban todo desde debajo de aquella máscara. El abrigo largo de un vivo escarlata ondeaba con la brisa.
Recuerdos encadenados...
... Los enormes ojos fijos en aquellos, idem, pechos, los de su canguro, quien había organizado una fiesta en ausencia de los tutores del chico.
-¿Te gustan? – ella pensaba, como casi todo el mundo que él tenía algún tipo de retraso, y por eso no hablaba y era tan retraído, pensó que aquello era hacerle un favor – Puedes tocarlos – ella le cogió de la mano y se la llevo al amplio escote de su top – son muy blanditas ¿Verdad?
-Auténticos almohadones – contestó él, mientras con la mano libre se encendía un cigarro.
-No deberías fumar – le reprendió ella con tono de madre, se había licenciado en magisterio, seguramente sacó a la pedagoga que había en ella.
Se quemo los dedos al ir a arrebatarle el cigarro.
-Y tu no deberías acosarme sexualmente – le respondió él, dando otra calada al cigarro.
Tenía 15 años, por qué cojones seguía teniendo una canguro.
-¿De que vas? – preguntó ella, entre ofendida y confundida.
-Acabas de meterme la mano entre tus tetas. Veamos, se que no soy tu tipo, observando a los tipos por los que, desde que empezó la fiesta, te has dejado manosear... así que, o eres más puta que las gallinas o me acosas sexualmente para que no me chive – apagó el cigarro en un cenicero -... No te hubiera hecho falta, no soy un chivato.
-Imbecil – se marcho ella, recolocándose las tetas.
Entonces pasó, fue la primera vez que vio a Eddie Claw... Enorme, la piel verdosa, encorvado y salvaje, y con afiladas garras en sus cuatro apéndices. Oteó por toda la fiesta, como un animal buscando a su presa... y se fijó en la canguro.
-¡Tetas! ¡Tetas! ¡Tetas!
Ella se dio cuenta y corrió, sin importarle a quien empujaba o pisaba, en busca de la salida... Eddie hizo lo mismo, pero de una forma más sangrienta y, aún más, desordenada. La chica alcanzó la puerta y salió, aquella bestia hizo un verdadero destrozo en la entrada al seguirla.
No era él único episodio del pasado que le había marcado, aún conservaba el nombre con el que aquella caníbal le bautizara: Bufón... siempre le pareció lo más correcto, pues, seguía siendo el primer recuerdo de su vida, todo lo anterior seguía en penumbras.
La brisa casi derribó el sombrero de arlequín con el que cubría su cabeza... Sus cabellos, que seguían manteniendo aquel constante aspecto despeinado, desordenado, pugnaban por liberarse de la coleta y el sombrero para molestarle la vista... Con Eddie suelto, aquel era un lujo que no se podía permitir.
El móvil vibro bajo el abrigo, él lo sacó y leyó el mensaje: “Cuando puedas ven hay unas cosas que quiero enseñarte”; Bufón sonrió y contestó: “No dudes de que iré, aunque sean otras cosas las que me gustaría que me mostrases”; aquello de seguro que sonrojaría a la remitente del mensaje... Hagas lo que hagas, no dejes indiferente a nadie.
Eddie tardaba en aparecer... pero Bufón sabía que aquella noche la bestia iba a salir de caza, y aunque la paciencia y su aberración al frío le traicionaban, siguió allí apostado... Esperando.
Desvió un instante la mirada a sus pies, solo llevaba dos cigarros desde que empezara la guardia... Tendría que felicitarse más tarde.
Mantenía el contacto con aquella mujer, la misma que trató de comérselo... Era algo dentro de él lo que le arrastró de regreso a ella, y desde entonces no había dejado de visitarla, al menos una vez a la semana. Una temeridad, dadas sus tendencias, pues corría el peligro de acabar en el horno o en la hoya.
-Que imaginación tienes, querido – le respondía siempre ella.
No había envejecido nada en todos aquellos años.
-¿Serás capaz de estarte quieta ante un varón tan apetecible como un servidor? – simulaba, él, siempre sorpresa.
-Dios, que autoestima tienes – le respondía ella, alzando los ojos al cielo.
-Modesto bajo de los altares para que yo subiera – era su replica.
Él siempre la hacía reír, por eso nunca había querido subsanar el error del pasado.
-Ya sabes, ingenioso, de mente rápida y lengua afilada – terminaba, él, siempre, añadiendo una burlesca reverencia.
Finalmente Eddie apareció. Había perdido algo de pelo con los años, pero seguía siendo aterrador... un fruto más de la represión sexual judeocristiana que tanto imperaba. Un adolescente tímido y reprimido se ve invadido por una frenética sed sexual, acaba por estallar, y aquella explosión es bautizada como Eddie Claw... sí, Bufón le entendía bien.
Antes de presentarse a la cita, Bufón comprobó su arsenal... Todo en orden. Luego saltó a la calle.
-Ya he visto tu poder, el poder de la civilización, pero tu no has visto todo mi poder – Eddie era todo un melodramático.
-¿Quieres que compre palomitas y me siente a observar mientras me lo enseñas? – le replicó él.
-¡Voy a comerte vivo! – la bestia cargó.
-Dios, que atrevido – fingió la voz de una doncella en peligro -, ya se que no es nuestra primera cita, pero soy chica de ir despacio, semental.
Reírse de Eddie no era inteligente, ni, debido el respeto que le tenía, algo que le agradara, pero, furiosa, la bestia, era más fácil de pillar en un error... y Bufón siempre sabía aprovechar su oportunidad.
Como habían cambiado las cosas en tan pocos años ¿Verdad?
O quizá no.
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