Si Matt
Groening es la imaginación, Seth Macfarlane es la mala uva y el espíritu
canalla de una generación. Y eso nos muestra “Ted”: mala baba en sus parodias
de la cultura o la sociedad de nuestro tiempo. Donde Groening empieza a ser ya
un enorme narrador de historias episódicas que nos entretienen sin molestar (al
menos fuera de la doble moral americana); Macfarlane sigue siendo un pequeño
grano en el culo de todo lo que actualmente es políticamente correcto... Se
excede en ocasiones, a veces acertando y otras revolviendo estómagos, pero, sin
miedo a ello, y eso se agradece cuando quieres ver una película o el capitulo
de una serie sin que te adoctrinen. Si Groening lidero, con sus “Simpson”, en
los noventa, la tendencia de una serie animada, de gran difusión (en España
“Beabis and Butthead” se emitían por satélite, algo que no estaba al alcance de
todos), no necesariamente infantil. Macfarlane es su digno heredero en el S.
XXI, adaptando lo expresado por Groening a los nuevos tiempos y por ello dando
un paso más allá (más intenso y adulto)... Solo hay que ver que Groening, que
en los 90 se emitía a horas más adultas, es actualmente menos epatante para el
publico actual, y señal de ello es que sus series se emiten, en una época tan
preocupada por la defensa del espectador infantil, en un horario muy accesible
para los niños y en una cadena donde el infantilismo de sus programas de humor
es marca de la casa (la misma cadena que relega a dos series de Macfarlane al
ostracismo de la noche, y en una filial, para evitar que las inocentes
criaturas se traumaticen con sus contenidos menos cómodos). En resumen, si
Groening nos revolvía y divertía con lo que nos parecían burradas en los 90,
Macfarlane hace los mismo en el S. XXI, dejando algo infantiles las travesuras
de Bart Simpson frente al homicida Stewie, o menos repulsivas las desventuras
de Homer Simpson frente a los líos y accidentes que sufre o provoca Peter
Griffin. Pero, siguen siendo dos genios, al fin y al cabo, solo los separa un
publico que antes era más inocente y esperanzado, y ahora esta desengañado por
todo y pide más intensidad en lo que
ve, oye, y vive. El osito de mimosin ahora bebe, fuma porros, se va de putas,
dice tacos y se aferra a una despreocupación sin limites en un mundo de gente
que se toma demasiado en serio a si misma y a la vida (algo inútil esa
preocupación general, porque no vas a salir vivo de ella... la vida es así, no
te digo ya el mundo). “Ted” es un reflejo de los jóvenes que, como el oso de
mimosin, nacimos en los 80, aunque algunos se perdieron en el materialismo, la
política, y la ausencia total de imaginación (que han cambiado por la razón y
lo gris); que desengañados, aburridos de las mismas desgracias y chorradas,
prefieren echarse unas risas y, aunque sea haciendo un poco el payaso,
disfrutar de la vida sin decirse “Ya no tengo edad para estas cosas”.
Pero “Ted” también es una pieza más de una cadena que no solo incluye al
señor Macfarlane, piezas recientes como “American Reunion” o “Un desmadre de
padre” nos llevan por los mismos derroteros y siempre refiriéndose a una misma
generación de individuos, que, como ocurría con la X, vuelve a ser una de
treintañeros.
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