lunes, 26 de diciembre de 2011
Redrum
(Continua de A traición)
Ahora...
Luke estaba sonriente, incluso sus ojos verdes parecían fluorescentes detrás de aquellas lentes de cristales tintados, el pelo castaño y algo rizado parecía abombarse como un casco alrededor de su cabeza, y sus ropas, mezcla de grises (la chaqueta y la camiseta que llevaba debajo) y negros (los pantalones y las botas, incluso el extraño animalejo que se refugiaba entre sus piernas), contrastaban con el toque de color que daba aquella bufanda, a franjas rojas y amarillas, que llevaba alrededor del cuello.
-Cinco tontitos, bailan un vals, el más imbécil sin pareja se quedaré – canturreaba, inventaba sobre la marcha, mientras esperaba que el bulto tirado en una esquina comenzara a reaccionar.
Hace tres años...
El autobús arrancó sin dar casi tiempo a Luke de bajarse... Tampoco le importó, iba a empezar una nueva vida lejos de todos los que le habían hecho la antigua imposible. Ahora que había encontrado la maza, o más exactamente ella le había encontrado a él, iba a darle un giro de 360 grados a su vida. La maza viajaba en su mochila, y la única ropa que tenía era lo que llevaba puesto: unas zapatillas de deporte baratas, los únicos vaqueros que no tenía rotos, una camiseta que en otro tiempo era blanca y ahora estaba amarillenta por los lavados, y una cazadora de piel marrón algo ajada. Miró a su alrededor, solo había aridez por donde fuera que mirara... Bueno, era todo lo lejos que su dinero podía llevarle, lo siguiente tendría que hacerlo a pie...
Enseguida perdió la noción del tiempo que llevaba andando, aunque, ya no era todo aridez lo que le rodeaba y algunas zonas de césped y hierbajos silvestres empezaban a rodear las rocas y los caminos que lindaban junto a la carretera.
Primero escuchó los pasos apresurados y luego, justo cuando pasaba al lado de una roquedal la vio, aunque no tuvo tiempo de esquivarla y aquella chica de cabellos castaños claros y vestida con ropa deportiva impacto contra su cuerpo... tirándolo al suelo.
-Tío, mira por donde vas – le increpó la chica, jadeando no solo por el esfuerza, sino, porque ella se había asustado.
Tras levantarse y sacudirse el polvo, Luke se quedo mirando a la chica, prácticamente una niña... pero una niña guapísima: el cabello castaño claro, unos ojos enormes y de un color celeste lleno de inteligencia, el rostro dulce y redondo y la boca carnosa y sonrosada, la camiseta y los shorts dejaban adivinar bastante bien unas curvas bastante apetecibles ya.
-Lo siento, pensé que solo andaría yo por este lugar perdido de la mano de dios – trató de disculparse.
-Tu y el loco de mi padre – dijo ella, sin dejar de mirarle con aquellos ojos de conejo escrutador.
-¿Estáis acampados por aquí? – preguntó él, sorprendido por la simple idea de que aquello fuera cierto.
-Vaya, eres muy intuitivo – fue la respuesta de la chica, irónica y sorprendida a partes iguales.
-Eso dicen – fue lo único que se le ocurrió responder -... Me llamo Luke – dijo extendiendo la mano.
Ella se quedo quieta, con aquel mirar constante... entre vigilante y al mismo tiempo estudiándole a fondo... Finalmente, ella separó una de sus manos del cuerpo y estrechó suavemente la de Luke.
-Deborah, pero prefiero que me llamen Debbie – le dijo.
-¿Y estáis acampados muy lejos, Debbie? . pregunto Luke.
Ella ladeó un poco la cabeza, y achinó sus ojos.
-Aún no he decidido si eres mi amigo para que puedas llamarme Debbie... Imagínate para decirte donde estamos acampados ¿Quién me dice que no eres algún tipo de asesino pervertido?
Una chica muy lista.
-Tienes razón – reconoció Luke -... Será mejor que siga mi camino, encantado de haberte conocido, Deborah.
Luke emprendió de nuevo la marcha, estuvo tentado de volverse a mirar .. Aquella cría le había provocado una sensación muy... No, mejor no pensar en eso, se dijo y apresuro el paso.
Ahora...
Debbie estaba quieta en una esquina de la habitación, inmóvil... Sus ojos se habían oscurecido hasta casi alcanzar el azul marino, y su sensual boca permanecía entreabierta mostrando unos dientes apretados por la tensión... Era la imagen de la inquietud y el miedo.
-No... No le hagas daño, por... por favor – ella nunca había pensado que volvería repetir aquellas palabras... Las mismas palabras llenas de una suplica desesperada que dijera en aquella ocasión, tres años atrás.
Luke la miró con una sonrisa sádica, mientras acariciaba entre sus brazos a la extraña alimaña que antes permaneciera a sus pies.
-No es deliciosa, Spoky, te prometo que dejare que la devores en cuanto yo haya terminado de jugar con ella, pero, antes... Tenemos un invitado que no puede esperar.
Frente a ellos, tirado en un rincón, con la camisa y la corbata manchadas de sangre... prácticamente echo un ovillo que luchaba por mantener la conciencia, o quizá la cordura, otro Luke hacía una promesa, a duras penas, en voz alta.
-Si la tocas un pelo, Redrum... te prometo que no te dejare un hueso sano.
-Valientes palabras para un hombre en tu estado, hermano – se mofó el otro.
Hace tres años...
--No... No le hagas daño, por... por favor – Debbie estaba realmente pálida, incapaz de apartar la mirada de aquel extraño que sostenía por el cabello a su madre, mientras con la mano libre...
... No, no quiso mirar. Debbie cerró los ojos con fuerza, y comenzó a andar hacía atrás. Pero aunque no mirara, podía oír... oír las suplicas de su madre...
-Por favor, coja lo que quiera, pero no le haga daño a mi hija.
... Lo que decía aquel maldito.
-Claro que voy a coger lo que quiero, preciosa... y, ahora que he visto a esa monada, no voy a conformarme solo con el entrante y un solo plato... También quiero postre, y tu hijita es una deliciosa tartita de fresa.
La risa desquiciada de aquel loca, y entonces sus pies golpeando algo blando que la hizo caer: el cuerpo sin vida de su padre.
Al mismo tiempo el último grito de su madre, y después los pasos que se dirigían hacia ella.
-Ven aquí conejito, ahora tu y yo vamos a jugar.
(Continuara)
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