martes, 3 de enero de 2012

Cuando Eddie Conoció a Alice


Cheshire y el conejo blanco no podían dejar que Alicia se marchara de la fiesta sin probarla ellos también... El sombrero del Sombrero lucia cuan cadáver junto a la lasciva escena de aquel gato excitado tironeando de la ropa de la chica para evitar que se marchara...
-Cortadla el paso, ese viejo loco no puede llevarse toda la pieza para él – gritaba el conejo, pidiendo refuerzos.
Alicia se afanaba para evitar que los salvajes tirones de Cheshire no la desnudaran...
... Pero eso ya es pasado.
Alicia ya no esta, solo quedamos nosotros.
La llama azulada muta hasta conformar su busto... Su mirada esta llena de reproche, y yo soy el objeto de este.
-¿Por qué fuiste tan estúpido? – parece decirme su mirada.
Yo estoy a punto de responderla, pero entonces recuerdo que ella no esta realmente allí... Solo una efigie de carne gaseosa, mi impresión de su carne.
Fue un viaje demasiado largo, demasiado peligroso... Nada estaba en su sitio, y menos mi mente.
No puedo negar que tiene toda la razón al reprocharme haber escrito todas aquellas chorradas sobre la espalda de aquella oruga, utilizando el extremo de la pipa como cincel...
... La oruga primero se desangro, y luego su carne en vez de pudrirse se convirtió en humo. Y yo... Yo perdí a Alicia al otro lado del espejo.
Alicia tenía 19 años cuando yo la conocí, vivía a tan solo a 10 kilómetros, de distancia, de mi casa ¿Tan solo? Bueno, por ella no me importaban las distancias... Bastaba una sonrisa de aquellos labios, o una mirada de aquellos ojos que pasaban de un verde dorado a el color miel más dulce, para que yo perdiera toda conciencia de mi mismo... Alicia era mágica, y por eso la arrastraron a ese mundo de locos... y por eso yo la seguí.
La primera vez que nos acostamos, fue increíble... Quizá ella no piense lo mismo, nunca tuve el valor de preguntarla que había sentido ella. Solo sé que la bastó una sonrisa para que yo me bajara los pantalones. Yo ya estaba acabando la licenciatura, y ella apenas había salido del instituto... A veces pienso que fui un autentico asalta cunas, y que cuando ella creció se dio cuenta de que yo era un viejo aburrido.
Recuerdo las tardes que se convertían en noches, las noches que se tornaban en amaneceres, que pasábamos bebiendo, fumando, charlando sobre mil cosas, y follando de las maneras más placenteras... y no siempre por ese orden.
La ternura de sus pechos bajo mis manos / zarpas, he de confesar que siempre me costó controlarme... reprimir lo que en verdad deseaba al sentir su carne contra la mía...
Lo único que Alicia siempre le pedía a una cita es que la hicieran pasárselo bien... Supongo que yo lo conseguía, al menos hasta que aquello nos separo.
¿Qué ocurrió?
No, no soy capaz de decirlo...Ni siquiera sabría explicarlo...
No, aún duele recordar.
Fue por eso que comencé a viajar, a buscar respuestas... pero solo encontré nuevas preguntas y cruces de caminos...
... Una mañana al despertar e ir al baño para asearme, el reflejo que me devolvió el espejo ya no era yo, sino el Gato de Cheshire... ¿Acaso no había sido siempre así? ¿Acaso él y yo no compartíamos cuerpo desde siempre? Y ante aquella única verdad, mi única verdad, que a veces me trato de negar, solo me quedo la opción de seguir caminando...
Mi nombre es Edward Claw, aunque también puedes llamarme Cheshire... y esto sigue siendo El Evangelio de la Carne.

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