lunes, 2 de enero de 2012

El Jardín de las Delicias


En cuanto fue iniciada, la Hermana Blackheart, quiso probar entre las Cocineras... el reino de la Hermana Mayor Teresa.
El uniforme de las Cocineras era simple, un minimo delantal sobre su cuerpo denudo o casi denudo, pues, estaba permitido llevar un tanga y unas chanclas para evitar heridas innecesarias mientras practicaban la cocina..
Llevaba poco en las cocinas y por ello era normal que aún la observaran... Tampoco la daban trabajos muy difíciles... Blackheart se giró hacía la cámara y sonrió, agradecida, al ojo electrónico, agradecida por la confianza y la oportunidad que la daban.
La cámara hizo un zoom, quien estuviera al otro lado estaba igual de agradecido por poder observarla... El cuerpo de la Hermana era una sucesión de curvas esponjosas e imposibles, recorrerlas era paladearlas con los ojos.
Por ahora solo la dejaban lavar los utensilios que las más veteranas utilizaban en la cocina, pero, ella estaba segura de que no tardarían en permitirla hacer algo más... Aunque, por ahora, la bastaba. Blackheart tenía paciencia, era una de las virtudes que más la destacaban y agradaban a las Hermanas Mayores... Si tenía que pasar, tarde o temprano ocurriría.

Cuando aquella tarde alguien repiqueteó en la puerta de servicio, Blackherat no esperaba encontrarse a la Hermana Coraline.
-Perdona, estaba acariciando al gato y se tragó mis llaves – se disculpó Coraline, mirándola con aquellos ojos de gata y usando aquel tono de severa dominatrix, un tono que en su rol de Confesora la era realmente útil.
Blackheart pasó por alto el detalle de que la Hermana Coraline no tenía animal de compañía alguno... Tarde o temprano recuperaría sus llaves.
-Adelante, hermana – dijo, Blackheart, haciéndose a un lado para dejarla pasar.
Blackheart iba a cerrar la puerta cuando Coraline la detuvo.
-No vengo sola.
La labor de una Confesora era muy parecida a la de las relaciones públicas de una discoteca... Ellas conseguían gente para el Credo, valiéndose de sus propios encantos y estrategias.
-Hola – una muchacha apareció frente a ella, con una sonrisa de oreja a oreja que denunciaba falta de seso o que estaba demasiado pasada de cualquier cosa.
Blackheart prefirió no preguntar, la dejo pasar y, esta vez sí, cerró la puerta.
-Se llama Amanda – informó Coraline -, acabamos de conocernos ¿Verdad, Amanda?
-Siiiii – y volviéndose hacía Blackheart -... tu amiga es muy simpática, el cerdo de mi novio me ha dejado tirada y ella ha sido tan amable de invitarme a la fiesta que vais a celebrar.
Blackheart asintió, era evidente, por aquella puerta solo entraba la carne. No pudo evitar echarla una ojeada: la piel era de un tono cremoso que pegaba con el pelo castaño oscuro (excesivamente decorado con pincitas y otros accesorios) y los enormes ojos miel, la boca era ancha y de labios rellenitos, aunque había un pero, era excesivamente delgada e incluso plana...
-La pobre Amanda estaba muy atareada entre las piernas de su novio, aseándole un poco el sable, cuando alguien le llamó y tuvo que... irse – continuó informando, Coraline, mientras tomaba el rostro de Amanda, haciéndola fruncir los labios -... ¿No es una pena despreciar una boca tan atractiva? – cogió una manzana del frutero y la sopeso entre sus dedos -... ¿No es una pena dejarla sin llenar? – y dicho esto, la encasqueto la manzana en la boca, mientras la tapaba la nariz para que se desmayara -... Bueno, Hermana Cocinera ¿A que espera? Manos a la obra.
Blackheart se quedo parada un instante ¿Acababan de ascenderla? Bueno, debía darse prisa, la cena sería dentro de dos horas...
Primero: desnudó e inmovilizó sobre la tabla a Amanda...
... Segundo: preparó algunas salsas hasta que estuvo claro cual era la que mejor pegaría con la joven, y decidiéndose, finalmente, por una de miel y mostaza.
Tercero: elegida la salsa, y ya que no tenía una Hermana Carnicera a mano, tendría que elegir, y encargarse ella misma de ello, que despiezar para los platos de aquella noche.
-Veamos – dijo lamiendo, distraída, los restos de salsa que habían quedado en el cazo -... plana por delante, plana por detrás... ¿Qué podemos aprovechar de ti, querida?
La miró con más atención, y enseguida halló la solución...
Cuarto: condimentados con vino, ajo, mantequilla, y perejil, removió en varias sartenes, sin mezclar, las mejillas, los labios, la lengua, y los labios vaginales (los cuales resultaron bastante rollizos, como jugosos entrecots) de Amanda...
-Ciertamente, querida, hueles que alimentas – le dijo a los restos de Amanda que aún seguían sobre la tabla.
Quinto: cubrir lo cocinado con la salsa de miel y mostaza, y avisar para que lo trasladaran al comedor.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

No hay comentarios:

Publicar un comentario