domingo, 1 de enero de 2012

El Noviciado


Se escucha la voz del narrador...
-La Hermana Blackheart salió de la ducha con tranquilidad, vestida con un tanga y un sujetador demasiado pequeños quizá. Empuñando su bastón, para soltar un testarazo a quien fuera que su descanso había venido a molestar...
...
La, aún, novicia en el nuevo Credo, salió del baño, el bastón de las de su clase listo para golpear... Pero fuera no había nada ni nadie, aún así sus sentidos nunca la habían engañado antes ¿Por qué habrían de hacerlo ahora?
Regresó al baño, y comprobó que no estaba sola...
La novicia Yú, aquella gatita de metro sesenta y ocho centímetros y con aquellos rasgos tan seductoramente felinos que se completaban con un cuerpo igualmente embaucador, la esperaba apoyada en el lavabo. Blackheart la miró sin saber que hacer, y, aunque se consideraba una mujer fiera y de recursos, Yú, quien a sus 26 años ya estaba separada y era madre de dos críos, era una rival a tener en cuenta.
-Harías bien en soltar tu bastón, hermana, aquí no hay ningún peligro – dijo con total calma Yú.
Solo había que echar una ojeada al excepcional físico de Yú para darse cuenta de lo calculadamente cuidado que lo tenía: mucho ejercicio, dieta sana, sin tabaco y tocando el alcohol solo cuando era por educación. Se acababa de separar de un gañan que la había evitado poder seguir adelante con muchas cosas de su vida, como estudiar y tener una carrera, o quizá, tener una juventud normal... Muchos sueños tirádos a la basura por un embarazo inesperado... y luego otro.
Por otro lado, todas en el Credo decían de Yú que no solo era muy sociable sino que ganaba a cualquiera en atrevimiento... Las Hermanas Mayores decían que era una soñadora temeraria, que no pensaba perder aquella oportunidad para alcanzar todo los sueños a los que aquel hombre y su semilla la obligaron a renunciar.
-Se puede marcar la diferencia en una sociedad egoísta y materialista, se puede nadar a contracorriente, recuperando valores, por desgracia ya olvidados – era su respuesta ante los reproches de sus superiores.
Otro detalle que hacía que algunas la valoraran era que no había cerrado las puertas al goce, aunque ahora sus prioridades se centraban en sentir una atracción física por el macho que se fuera a llevar al catre.
-Esta vez quiero un hombre seguro de si mismo, que me cuide y me valore hasta que llegué la hora de irse. La vida hasta ahora me ha dejado muy mal sabor de boca, con los hombres. Si algún día, doy el paso quiero a alguien diferente, con quien compartir sueños y metas, y que sea capaz de ver mas allá de sus narices... De mente abierta – se había confesado con las más románticas de las novicias, humedeciéndolas con fantasías que quizá reforzaran su fe, o quizá las convirtieran de nuevo en corderos sacrificiales -... Y en una cita ideal, pues, quiero algo diferente, que me sorprenda... Me gustan las sorpresas.
¿Y a quien no? Pero en aquellos tiempos casi nadie se preocupa por sorprender al otro... y casi nadie quiere ser sorprendido. Aquello si que debilitaba la fe, y por eso, por su creencia en la sorpresa y en el puro instinto, Yú era tan estimada.
Ambas novicias se quedaron apoyadas contra el lavabo, juntas, sin decirse nada ni preguntar la una el como y el por qué a la otra.
-He de reconocerlo – rompió el silencio Blackheart -, te tengo una envidia sana por la admiración que sienten por ti el resto de nuestras hermanas.
Yú sonrió.
-¿Por qué? No te pega anda el romanticismo, hermana Blackheart.
-Supongo que a todas nos gusta un poco de admiración.
Yú la miro.
-Yo admiro tu cuerpo.
Aquella frase, y lo que venía implícito ni siquiera turbó a Blackheart.
-Tienes buen gusto – la respondió sin tono alguno de altanería.
-Eso no lo sabes, mi vida amorosa siempre ha sido un desastre ¿Iba a cambiar mi tendencia ahora?
Blackheart no supo como tomarse aquello, así que lo dejó pasar.
-Eres tan zen, ves – continuó Yú -... A mi me encantaría ser así, seguro que si no me guiara tanto por el corazón no me daría tantas hostías. Yo también tengo algo que envidiarte.
-No existe persona que, en el fondo, no ame todas sus decisiones no meditadas... Igual que no hay madre que no ame a sus hijos por encima de todo.
Yú movió el dedo negativamente.
-Eso no es de todo cierto.
Blackheart tuvo que darle la razón.
-Es cierto, un artista es mejor padre de sus obras, que muchas madres de sus hijos.
Yú asintió.
-Amen – y agregó - ¿Tienes hijos?
Blackheart negó con la cabeza.
-Hay algo curioso que hacen cuando son aún recién nacidos – continuó Yú -... Llevan sus deditos a tu boca, tentándote a que se los muerdas... Probando y provocando que te los comas enteros y los devuelvas al interior de tu cuerpo, allí de donde los sacaste. A los bebes les encanta probar cosas – hizo una pausa, y su disertación dio un salto -... No se si de mayores tenemos esa misma fijación... ¿Cuando un hombre te hunde su polla en la boca, piensa en que quizá no vuelva a verla otra vez? De repente no esta ahí, solo hay un agujero... un agujero con sangre, y con la sangre llega el dolor, y si les miras a los ojos, ves que, aún en su cabeza, siguen duros como piedras.
-Sí, la Hermana Mayor Teresa me habló de ello cuando llegué aquí – Blackheart tenía ese tono desmotivado que usaba para proteger sus emociones de los demás -... Me contó que así es, aún siguen excitados como monos después de que les haya arrancado su polla de un bocado... También, me dijo que a veces les deja eyacular para tener algo de salsa en el bocado.
-¿Tú lo has hecho ya? – preguntó Yú.
Blackheart negó con la cabeza.
-¿Y tú?
Yú asintió.
-Cuando entre aquí... Fui a despedirme de mi ex y mis hijos. El muy idiota me suplicó un polvo de despedida.
Por primera vez, Blackheart miró a su compañera.
-¿Qué pasó con tus hijos?
Yú retiro la mirada, y usó una voz fría.
-Se los entregué a la Hermana Mayor.
-Pobres criaturas – dejó escapar Blackheart.
-Eran muy pequeños, no creo que se enteran... Me felicitó por lo bien criados que los tenía.
-Bon apetitte – dijo Blackheart, aunque aparto la vista a un lado.
-Sí – pero el tono de Yú no parecía, tampoco, convincente.

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