viernes, 20 de enero de 2012

Historias del lado oscuro de la risa: La sonrisa lunar


Sarabella, despertó en aquella jaula, tal y como llevaba haciéndolo en los últimos ocho días... Aquel iba a ser el día 9 de su cautiverio, y, presumiblemente, el último día de su vida que ya iba para los 20 años...
Aquella extraña mujer entró en la cocina cargando con varias bolsas de la compra...
Nunca se termina de conocer a una persona, aunque la hayas visto durante la mayor parte de tu vida... pero eso no te impedirá temerla...
La vida para Sarabella era un continuo aprendizaje, planteada como un continuo plano lleno de caminos, distintas direcciones, y decisiones... Algunas no tan acertadas. Lo que estaba claro es que a veces esas decisiones te llevan a tropezar con el horror... Fin del aprendizaje... No hay una nueva oportunidad cuando miras en el interior del abismo...
-¿Qué hace? – preguntó a la mujer, que no paraba de moverse por la cocina.
-El horno ya esta encendido, a 300º será lo mejor, y he comprado todos los ingredientes necesarios para que todo quede perfecto – dijo parándose delante de la jaula, y mirando a Sarabella con interés - Veamos... mides un metro sesenta y siete y pesas – miro el indicador del mecanismo de bascula que la jaula llevaba incorporado -... 57 kilos, sin contar con el vaciado.
-¿El vaciado? – pregunto aún más aterrada Sarabella.
-Claro – alargó su mano y cogió un cuchillo bien afilado -, se hace un corte en canal y se sacan las vísceras, todo lo que no sea carne, pues, solo me interesa cocinar la carne. Luego pones un buen relleno, el cual ya me he encargado de comprar con que hacerlo, en su lugar, y se cierra con una de estas agujas – le mostró un conjunto de agujas quirúrgicas de un tamaño a tener en cuenta -... y, después, se mete al horno la pieza ya rellena.
-No por favor.
-Ya es tarde, cielito – miró el reloj de la cocina -... Nunca mejor dicho. Será mejor que nos pongamos manos a la obra – y comenzó a abrir la jaula, segura de que los grilletes impedirían a Sarabella intentar escapar -... A diez kilos por hora, una vez acabe de rellenarte, tendré que tenerte asando al menos 6 horas y media.
-No por favor – suplicaba Sarabella, mientras la mujer la sacaba a tirones de la jaula... impaciente por empezar cuanto antes.
La mujer la arrastro hasta la mesa que reservaba para esos trabajos... aseguro los grilletes a esta y dejo allí tumbada a Sarabella.
Abrió la puerta del horno y comprobó la temperatura y la larga bandeja móvil donde dispondría el cuerpo una vez fuera a asarlo... Sarabella podía verlo todo, y aquello la encogió el corazón y el estomago aún más si cabía.
No era ninguna pesadilla... Aquella mujer iba a asarla como a un lechón, para después comérsela.
Las chicas rubias de piel cremosa estaban muy cotizadas en determinados círculos oscuros, por lo que parecía... Bueno, era algo que ella se imaginaba, al menos así no se volvía loca... No, espera, aquello era de locos.
-Llevo 9 días desaparecida, mis padres deban echarme de menos. Seguro que ya habrán denunciado mi desaparición y la policía me andará buscando... Suélteme, por favor, y la prometo que no diré nada.
-No te des tantas ínfulas – la respondió la mujer sin dar importancia a las palabras de Sarabella.
Tocaron a la puerta.
-Mierda – exclamó la mujer -... parece que se adelantaron.
La estrafalaria cocinera salió de la cocina, pero, Sarabella no tardó en oírla, de nuevo, regresar... Esta vez no estaba sola, dos pares de pasos más la acompañaban.
Sarabella no daba crédito a lo que vieron sus ojos...
-¿Mama? ¿Papa? Por favor, tenéis que...
No, eso no... No podía ser...
Su madre sonreía de oreja a oreja, y tras acercarse a donde ella estaba encadenada, la pellizco con cariño.
-Dios, Gemma has hecho un estupendo trabajo... Creí que esta chica era imposible de engordar – distraídamente pinchaba con el índice uno de los muslos de Sarabella -... Ya sabes, hija, de pequeños quisieras comértelos, y de mayores... bueno no queríamos seguir arrepintiéndonos de no haberlo hecho.

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