miércoles, 21 de marzo de 2012

Caperucita tiene una cita


Cuando conoció a Silvia, era ya toda una muñeca: La piel blanquita y un cuerpo fibroso, aunque no por ello poco femenino, digno de quien ha practicado deporte toda su vida. Pero si había algo destacable en aquella muchachita eran sus mejillas siempre rosadas y carnosas.
Un día no pudo más, y decidió interceptarla.
-¿Donde vas, caperucita? – la dijo, cortándola el paso.
-A casa de mi abuelita – siguió ella la broma, dedicándole la más dulce de las sonrisas.
-Estas muy linda y.... Bonita... Se hace de noche, y la casa, de seguro, esta lejos... ¿Por que no vienes a mi cueva, y te alojas la noche entera? – la invitó él.
-Me encantaría, pero ¿Qué dirán si no llego donde me esperan? – preguntó ella, mordiéndose el jugoso labio inferior.
-Caminando de noche no llegaras a ningún sitio, hay bichos que al ver lo... Bonita que eres... – cada vez le costaba más conservar la forma humana, ella aún no sabía de su otra naturaleza.
-¿Estas seguro que me puedo quedar en tu casa? – pregunto ella, ya convencida.
-Claro – dijo él, luchando por no saltar sobre ella en ese momento.
Él se giró, sabiendo que ella le seguiría.
-Sígueme – la invitó, de todos modos.
El apartamento no estaba lejos, aún así él se vio tentado a transformarse para, agarrándola entre sus zarpas, acelerar la llegada al lugar donde tenía planeado disfrutarla.
Los mejores bocados son los que se hacen esperar, y supo que ese era el mejor pensamiento cuando al entrar en la casa recordó lo bien aislada y tranquila que resultaba para sus aquellas causas. confortable y caliente... tan caliente como esperaba tenerla en breves momentos.
-Si quieres puedes tomar un baño – ofreció a su invitada.
-No quiero molestar.
-Te sentara bien antes de la cena – comentó, ansioso por que le complaciera.
-La verdad, me gustaría – y volvió aquella sonrisa.
-Prepararé el baño, vete desnudando.
Ella se quedo sin palabras al ver en que consistía aquel baño: Un enorme barreño, que él acababa de poner sobre brasas para calentarlo.
Él se la comía con los ojos al verla entrar ya sin ropa. Sus pechos, blancos como la nieve, se mostraban firmes y de una dulce redondez. Su trasero respingón y duro era firme testimonio de su pasión por conservar un cuerpo exento de grasas y sometido a un constante régimen de ejercicio y comida sana.
-Así estará calentito – justificó él, tan rudimentaria método, al tiempo que añadía hierbas y sales al agua -... Y así estarás perfumad e hidratada.
-Nunca me habían preparado un baño tan lindo – acertó a decir ella.
-Tu si que eres linda... Se me hace la boca agua al verte sin ropita... Anda metete – la instó él.
-El agua esta también muy linda – comentó ella al entrar en el barreño.
-Te bañare yo mismo... Si no te importa.
Silvia se encontraba emborrachada por los aromas y la calidez del agua...
-Eres muy bueno conmigo – dijo casi somnolienta.
-Me encanta c.... cuidar dulces niñas como tu... empezare frotándote la espalda... Uy, que flacucha estas – observó él, y en parte era cierto, ni un gramo de grasa había en ese cuerpo.
-Muchas verduras y frutas como alimento – justificó ella.
-Pues esto hay que llenarlo.
Frotó los pechos, pellizcando los pezones para ponerlos duros, y luego colocó sobre ellos dos mandarinas.
-Para nutrirlos – se explicó.
-Mmmmm... que bañito mas rico – dijo ella, sin parecer percatarse de ser sobada.
-Ponte de pies – la pidió.
Ella le obedeció, el introdujo su mano entre los muslos de la muchacha, y pasó un rato jugando con los labios carnosos de su sexo.
-Que buena carne veo aquí, voy a afeitártelo
-No se ¿Estas seguro? – preguntó ella, deliciosamente sonrojada por las caricias.
-Mucho, el pelo no es sano ni conveniente.
-Ok – asintió ella.
Llenó la zona de espuma, y afeitó con cuchilla...
... Luego, tomó un tarro rosa, y extendió el contenido en el sexo y los muslos de Silvia.
-¿Que es eso?
-Ungüento de fresa... Dará ternura a la zona... Además de que la dará un olor que alimenta.
Fresas, como aquellas mejillas que se vio incapaz de no pellizcar... Ella rió.
-Señor lobo ¿Por qué me pellizca mis mejillas sonrosaditas? – preguntó ella, sin ser consciente de cuan cerca estaba de ser caperucita.
-Para cerciorarme de lo tierna que estará caperucita – contestó él, con una sonrisa hambrienta.
-Tiene rico olor – dijo ella, llevándose un poco de la pasta, que cubría su sexo y muslos, a la nariz.
-Si, y es casi la hora de cenar – añadió él, tan cerca del sexo de Silvia, que le costo horrores no devorarla -... Veamos esos brazos delgaduchos – dijo para no adelantar las cartas.
-¿No te gustan? – dijo, Silvia, mientras los extendía para enseñárselos mejor a su anfitrión.
-Muy delgaduchos, me limpiaría los dientes con ellos... Habría que engordarte un poco
-¿Y como?
-Yo tengo un método- y mientras se los decía, acarició los labios de Silvia, anchos y jugosos... sonrosados como gajos de fresa - ¿Quieres saberlo?
-¿Cual? – preguntó ella, entreabriendo sus labios en una sonrisa y cosquilleando con la punta de su lengua la yema del dedo del voraz muchacho.
-Mi leche tiene muchas calorías.
-No lo sabia – dijo ella, picara, atrapando un instante el dedo entre sus labios... avanzando lo que a continuación la esperaba.
-Pues arrodíllate, que mi colita esta deseando que bebas
-Ok – dijo ella, arrodillándose, y abriendo su boca.
Era un miembro enorme, y la cabezota rosada apuntaba amenazante al rostro de Silvia...
... En un primer momento, la llenó de terror verla.
-Come, niña, y así cenaremos antes – la instó él.
-¿Tengo que hacerlo? – Silvia ya no se sentía muy segura.
-Sí, tienes que engordar... Sino – y dejo que ella viera su afilada destadura -, me enfadare
Silvia tragó saliva, y tomando el miembro del tronco, se inclinó para meter la enorme punta en su boca, y empezar a dar dulces lamidas...
-Mmmmmm... Que dulce felatriz eres – él estaba en pleno éxtasis.
La leche no tardó en empezar a salir, sin fin.
Silvia, apretó bien los labios alrededor de la cabeza para no perder una gota de aquella esencia.
-Tu leche tiene buen sabor – observó ella, tras separarse del miembro en plena llorera.
-Come come, que me gustan bien gorditas – volvió a instarla a que en la boca se la introdujera.
Pasados los minutos, él mismo cortó el suministro...
-Ya basta
-¿Ya?
-Si, ahora te pesare y mediré – la dijo, ayudándola a levantarse.
-Ok.
Él al condujo hacia una elaborada maquina, imposible de ver en el plano humano, aunque nada rara en la raza que formaba de él la otra parte de su naturaleza.
-Súbete, y dime lo que pone.
-Me ayudas... No alcanzo – le pidió ella, pues el tamaño del artefacto era enorme.
El Gryzzmolking, pues la eyaculación al fin había liberado a la bestia, la levantó por sus podaderas...
-Mmmmm... que traserito mas jugoso – dio voz a sus pensamientos la bestia.
-¿Te gusta? . preguntó, ella coqueta... Como si estar en brazos de una bestia no fuera de terror una causa.
-Siiiiiii... Dime ¿qué pone de altura y peso?
-1’ 60 y 45 kg...
-Bueno... Servirá... No te vistas... Vamos a cenar – dijo él tomándola en brazos para bajarla.
-Pero... Cogeré frío...
-No te preocupes, vas a estar muy calentita en todo momento – dijo él relamiéndose.
-¿Qué hay de cena? – preguntó ella, demostrando que de nada se enteraba.
-Carne.
-¿Te ayudo a prepararla?
-Claro, sin ti no podría – respondió él, calculando los platillos que de ella iba a sacar.
Una vez en la cocina, de proporciones tan ciclópeas como el aparato.
-¿Qué debo hacer? – preguntó Silvia.
Él río por lo bajo, que fácil todo resultaba... no tendría que romperla el cuello antes de matarlo, lo que permitiría que la carne fuera más tierna al cocinarla aún viva.
-Primero, túmbate sobre la mesa – la señaló él.
Ella no entendía, pero obedeció.
-¿Así?
-Sí, abre las piernas y los brazos
-¿Así?
-Sí
Metió, primero, la mano entre los mulos de Silvia, masajeando su clitoris en círculos y líneas... Después metió la cabeza, empezando a dibujar el abecedario con su lengua sobre el sexo...
... Antes de comérsela, pretendía saborearla... y que ella disfrutara con ello.
A
B
C
D
E
F
G
H
I
J
K
L
M...
... Z
Después los números del 1 al 10 y viceversa...
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
-Mmmmmm – gemía, retorciéndose de placer sobre la mesa, Silvia.
-Que delicia de coñito – se relamía la bestia, que de salivar no paraba, antes de comenzar las lamidas más intensas y lineales, propias de la bestia que era -... Sabes a fresita, y tus muslitos - mordió las zona interior de ambos – también...
-Mmmmm – Silvia estaba ya corriéndose, y sus jugos se mezclaban con la pasta, dando forma a una salsa difícil de rechazar para el gastrónomo que la cataba.
-Ahora, siéntate.
Silvia obedeció.
Él la tomó por los costados, y acercó los pechitos de la chica a su boca... Engulló el primero, y lo chupó con lujuria y gula...Hizo lo mismo con el otro...
-Los pezones saben a mandarina... Para el resto tengo algo que te convertirá en una cosa aún más sabrosa - untó yogurt en los pechos, y repitió la operación -... Ahora estas deliciosa
-¿Te gusto?
-Mucho
Se fijó en los carnosos labios, jugó con el pelo castaño... Y se perdió en esos ojillos verdes... En esas mejillas rosadas y carnosas...
Lamió las mejillas... También las mordisqueó... Recorrió con la lengua toda la cara...
... Bajó a cada pierna, la lamió... La chupó en cada centímetro... Se metió cada dedito en la boca, y lo chupó
-Mmmmmmmmm... Y con esta boca tan grande... Te comeré – la dijo antes de comenzar, en verdad, a comérsela.
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