sábado, 24 de marzo de 2012

La discípula


La pareja salía del cine, acababan de ver “Caperucita Tenía una cita”...
Él la miró y la susurró algo al oído, se detuvieron, se quedaron rene a frente... él era quien hablaba, ella, que hasta el instante lo miraba con interés y fascinación, asentía algo dubitativa...

Una hora después...
-No se si... – dijo ella, dudando si continuar, nerviosa porque no esperaba eso... o quizá sí.
-Calla y relájate, te vendrá bien – dijo él, llevándose el índice de ella a la boca y chupándolo...
Él cubrió con sus cuerpo el de ella, sintiendo como se le aplastaban contra el torso los voluptuosos pechos de ella.
-¡No! – dijo ella, poniendo sus manos entre los dos, pero sin un verdadero deseo de repelerle. Quizá esperando que él se apartara -... No sé si es lo correcto.
-Créeme, lo es – dijo él, pasándole la lengua por la piel del cuello... Su sabor era el de un caramelo de anís.
Aún permanecían vestidos, y él, encendido más que ella, rebozaba su cuerpo contra él de ella... Haciéndole sentir en un punto cuan excitado le tenía.
Él mismo punto sobre el que ella había recostado al cabeza diez minutos antes, y al notarlo tan excitado la arranco una sonrisa.
-Vaya, ¿esto es por mi? – había preguntado, de forma desvergonzada.
Ahora, ella, se daba cuenta de que una cosa es jugar a coquetear, y otra muy diferente cuando das un paso más allá... Se sentía perdida y confusa, no quería detenerle, pero, por otra parte no sabía si hacían lo correcto...
Las manos de él la desabrochaban lentamente los botones de la blusa, sin dejar de mirarla... ¿Esperaba que lo detuviera?
La boca de él se prendía hambrienta del lóbulo, la mejilla, el cuello, los hombros, la clavícula, los pechos sobre el sujetador, mientras la desabrochaba los vaqueros y se los bajaba...
Ella estaba inmóvil, pero su respiración era agitada...
Con los pantalones y las bragas en los tobillos, la blusa abierta mostrando aquellos pechos redondos y turgentes que apenas cubría el sujetador, ella, la espalda clavada al colchón y la mirada nerviosa que iba de él al techo, se dispuso a ser abordada allí donde estaba más húmeda...
-Mmmmm... Que bien hueles, pequeña Gretel.
Él abrió su boca, casi abarcando la longitud del sexo de ella, y absorbiendo su clítoris mientras no cesaba de torturarla con la lengua, ahora tan centrada en los pliegues de sus labios como en enrollar el sabroso pedazo de carne elástico en la lengua para devorarlo a su gusto, llegando incluso a frotárselo contra los caninos... Tras un rato así, decidió escribirla con la lengua un mensaje letra a letra T-E-A-M-O-N-I-Ñ-A...
Aumentó la intensidad de sus chupadas y lamidas, y deslizo sus manos desde las nalgas, subiendo por los costados hasta sus abundantes senos... ahí, mientras intensificaba la labor en la fuente de su deseo, abrió el sujetador, y, colando sus manos bajo la tela, atrapo entre sus índices y pulgares los pezones y comenzó a pellizcárselos hasta que se pusieron rojitos y duros como deliciosas moras... Ascendió con la lengua desde su sexo, pasando por su vientre se metió una de esas silvestres frutillas entre los labios, la mamó y mordisqueó como un recién nacido, y excitó la aureola dibujando círculos con la lengua... una mano masajeaba el otro pecho, impidiendo que el pezón se relajase, mientras la otra se sumergía en su sexo ya con dos dedos en el interior de la muchacha.
-Menuda merienda se esta dando el brujito con estas tetitas – la decía él, jadeante, cada vez más encendido.
Ella deslizo su mano entre los dos cuerpos y alcanzo la entrepierna al rojo vivo de él, con dedos expertos bajó la cremallera y pugno con la tela del calzoncillo para poder extraer el sexo y comenzar a acariciarlo... Eso hizo que él perdiera aún más la razón.
Finalmente, el demonio predominó, y sus incisivos se hundieron en la jugosa carne del pecho, al tiempo que rodeaba con su mano aquella con la que ella empuñaba su miembro. Él ronroneó y gruñó, ansioso de penetrarla también con su miembro igual que la penetraba con sus dientes...
Ella ya estaba fuera de sí, y se lo confesó.
-Dios, cuando me lo propusiste no esperaba que esta fuera tan... genial – exclamó ella en medio de un suspiro / gemido de placer.
Él llevaba casi una década esperando aquel momento, esperando a que ella creciera... Que se convirtiera en la mujer voluptuosa y deseable que ahora tenía entre sus garras... No iba a desaprovechar aquel momento, quería saborearlo tal y como había merecido aquella espera...

Hace unas horas, antes de que se reunieran a las puertas del cine y vieran la película, ella sonreía mientras caminaba por las calles llenas de personas, muchas personas ¡Todo era tan grande! Buscó una tiendas que tuviera dulces. Muchos dulces, todos los que ella quisiera comer. Se compró de diferente sabores. Su discípula le desea un hermoso día, maestro; Pensó en él, y se rió feliz.

De nuevo, ahora... Ella se vio torpe, en comparación con la destreza que él demostraba con los dedos, pajeándole mientras él se afanaba en devorarla con sus labios y su lengua. Solo la quedaba algo con lo que igualar las cosas, y aún no estaba muy segura de querer que él estuviera dentro de ella...
-Túmbate – le gimió -... Ahora quiero hacer yo de brujita hambrienta,
Él sonrió, y ambos giraron sobre la cama, cambiando de posición... Una vez ella ya encima, se quedo mirando aquel cacho de carne que empuñaba... Se paso la lengua por los labios, mientras le miraba a él. El pene dio un respingo y se endureció aún más por ese gesto, ella sonrió: él ya la había confesado el efecto que sus ojos le provocaban. Quizá no iba a ser la primera vez que lo hacia, pero una cosa era cierta... Se sentía más nerviosa que nunca ante lo que ambos ya esperaban...
... Se inclino y paso su lengua tímidamente por la hinchada cabeza, aquello, sin la protección del prepucio, recordaba a una enorme nuez... o quizá a una fresón... Pensar en comida la ayudaba, se descubrió salivando. .
-¡Uy, Hansel, bribón! Pero que dedito más gordo me has estado escondiendo – sonrió traviesa, mientras se inclinaba y ladeaba un poco la cabeza para recorrer con una lenta lametada el ancho tronco del miembro -... Voy a tener que probar si esta tan rico como se ve – y dicho esto, se lo metió en la boca y cerró con fuerza los labios alrededor de pedazo de carne latiente...

Pasó casi una semana sin que él supiera anda de ella, pues nada más compartieron el orgasmo... Ella le insto a que le acompañara a la puerta, y cuando se despidieron ella parecía perdida, asustada... ¿Arrepentida?
Sí, arrepentida... No había otra explicación: él la había cagado y ella estaba arrepentida por haberle dejado que él provocara lo que había ocurrido aquella tarde.
¿Acaso solo él era culpable?
Finalmente la llamó...
-Tenemos que hablar, niña – la dijo.
-¿De qué? – respondió ella evitando el tema.
-Ya lo sabes – fue su respuesta.
Un instante de silencio, y por fin ella dijo.
-Quedamos en donde siempre dentro de un cuarto de hora ¿Te parece?
Él cogió su cazadora y salió de la casa a toda mecha... Llegando con cinco minutos de adelanto al lugar de la cita.
Pasaron diez minutos, él paseaba de un lado a otro de la calle, impaciente... aterrado ante la posibilidad de que ella no se presentara.
Y no se presentó... Pasada ya una hora de la fijada, él se dio cuenta del plantón y regresó a su casa...

Eran las 6 de la tarde, él se revolvió inquieto por la casa, como un felino nervioso... Quizá una bestia hambrienta, para él no había diferencia... Necesitaba apagar aquel fuego, y sacó su móvil consciente de quien era la mejor opción para hacerlo...

Una hora más tarde, se encontraba ya con compañía: una amiga que, en sus propias palabras, guardaba en la despensa desde que la conociera... Aquel día, horas después del plantón, había decidido tirar de ella, a fin de descontrolar su naturaleza y apagar su frustración y sentimiento de culpa.
Así que, frente a frente en aquel parque al que habían acudido, ahí la tenía: la tez morena, las carnes rollizas, el rostro mofletudo y la boca grande de labios carnosos. Su miembro iba a reventar los vaqueros, y la boca le salivaba... Pero no podía abalanzarse sobre ella de golpe, como un animal hambriento (aunque en realidad eso es lo que era ¿No? Como se había comportado con su discípula, con aquella chica que había confiado en él para que la guiara... No, fuera, la culpa no era buena consejera), por muy apetecible que fuera el bocado debía jugar sus cartas. Su olfato aún podía degustar el pastel de chocolate que ella había comido, durante una parada en un restaurante, antes de que llegaran a aquel parque... él apenas había probado bocado y había insistido en pagar. La boca se le hacia agua al sentir la mezcla de las dos esencias, la del pastel y la del cuerpo regordete de aquella muchacha...
-¿Te importa que nos sentemos? – la indicó.
-Claro – respondió ella.
Se sentaron en uno de los bancos de piedra que se repartían por todo el parque... él se colocó lo suficientemente cerca para sus planes, pero no tan próximo como para incomodarla... Era un depredador, y ella una gacela gordita y lista para la cosecha. Ya era hora de tomar aquella frutilla jugosa...
... Tanto tiempo reservándola, al fin iba a darla una utilidad.
Ella no paraba de hablar, mientras él, que simulaba escuchar una pedorata a la que nunca encontraba sentido, ya tenía una de sus manos sobre el ancho muslo de su presa: con aquel jamón podía alimentarse toda una familia...
Mientras ella no paraba de quejarse de la mal que le iba la vida y de buscar el drama donde nadie lo vería, él solo podía pensar en como seria que usara esa boca para algo más útil... En lo sabrosas que estarían esas mejillas aderezadas con su semen, o en las cantidades ingentes de carne que podría sacar de aquel cuerpo en caso de hambruna.
-¿Y tú qué opinas? – preguntó, finalmente ella.
-Que solo sirves para que te follen o para comerte – contestó él, sin dejar de hundir sus ojos en aquella carne tanto tiempo anhelada y prometida.
Pero, no... No era ese el camino acertado...

Había caído la noche, él esperó en una esquina de la calle a que ella se quedara sola en casa... y en cuanto vio a sus padres salir de la casa, se encaminó hacía el inmueble para a porrear la puerta...
Ella abrió asustada, y él no la dio tiempo para presentar oposición ni reacción... Acorralándola contra la pared, comenzó a desnudarla... para enseguida tomarla...
... MIA.
Sin soltar sus caderas, la levantó y descendió con rapidez pero sin crudeza, haciendo que mientras la penetraba ella sintiera al miembro recorrerla por completo las paredes vaginales al tiempo que friccionaba su tronco contra el clítoris, al principio lentamente para, paulatinamente, aumentar el ritmo de la cabalgada, en la que él era el potrillo y ella su tentadora amazona, mientras cada ascenso y descenso culminaba en que se hundiera aún más en ella, prácticamente empalándola.
-¿Te gusta así, niña?
Sin voz, ni fuerzas, ella asintió... tenía el cuerpo marcado por la bestia (él no se había podido resistir a follarla, también, con la boca y las manos), marcas que ella aceptaba con adoración... sin temor a acabar siendo la cena...
A escasos metros de allí, en la cocina, el horno estaba puesto a 300º... una temperatura perfecta para un asado.

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