jueves, 19 de abril de 2012

No somos ni Romeo ni Julieta (2)


Capitulo dos: Princesa busca Consolador

De cinco solitarios había ganado, completado, solo uno... Beatricce desnuda, le miraba melancólica desde su lado de la cama.
-Vamos a por el sexto – anunció él.
-Si tu así lo quieres – suspiro ella, sumisa a sus deseos.
El sexto tampoco se culminó...
Beatricce, triste Beatricce, estaba al borde de las lagrimas.
-Hazme casito – le suplicó.
-No hay seis sin siete.
-Pero el alba ya despunta – se quejaba la princesa.
Él la sonrió.
-Es el último, lo prometo,
-Esta bien.
Ya casi lo tenía... y en el último momento ¡Zas! Se bloqueó...
... Hace trampas, o cree que la engaña, la séptima ya era la octava.
Y la octava también fracasó, ella comenzó a hablar, quizá para fastidiarle intentando desconcentrarle.
Furioso comienza la novena...
... Y a la novena va la vencida.
-¡Ya está!
-¿¡Como que ya esta!? – exclama insatisfecha.
El heredero multimillonario Darío Ricardo Pendragón, y su prometida no es que se compenetraran muy bien en la intimidad del lecho... Ya me entendéis.

Lucas DuLac dormía en la habitación de al lado a la de la pareja, cada noche era testigo auditivo de los múltiples fracasos de su mejor amigo en el lecho. Ambos muchachos se conocían desde niños y solo se habían separado cuando, a instancias de su padre que pensó que así le haría más hombre, Darío Ricardo inició la carrera militar, Lucas, por su parte, inició la del galgo: correr detrás de todo conejo que se le cruzara por delante.
Beatricce entró en la habitación del mejor amigo de su prometido, buscando consejo, quizá algo de consuelo.
-Darío Ricardo no me come, Lucas – se quejó lastimera la princesa.
-Dale vitaminas – respondió Lucas, tratando de no mirar directamente a la bella muchacha, que consideraba que el mejor tejido para vestir su impresionante cuerpo eran sus largos y sedosos cabellos.
-Traté con Viagra, y me volvió a romper el corazón – añadió la melancólica ninfa.
-Sí, lo pone en el prospecto: no utilizar si se tiene problemas coronarios o de nala circulación – dijo, Lucas, sudando por su deseo de mirarla, pero considerando que de hacerlo para su amigo sería una traición -... Quizá, por eso, tampoco, alarguéis mucho el viaje en trenecito.
-¿Será que ya no le gusto? – pregunto, mientras trataba de ponerse en el campo visual de Lucas, para no sentirse tan ignorada.
Lucas abrió los ojos como platos ¿Cómo un ángel como Beatricce podía plantease tan siquiera que podía no ser atractiva a cualquier ser con sangre en las venas? ¿Acaso no tenía por toda la casa espejos que la devolvieran su imagen, perdidamente, a pesar de ser objetos inanimados, enamorados de ella?
Mirando al suelo y cerrando los ojos, para que fuera imposible que ella se le mostrara en todo su desnudo esplendor, Lucas la contestó.
-Paparruchas.
Y la conversación hubiera ido a más, o, quizá, la insistencia de Beatricce porque él la mirara mientras hablaban, le hubiera empujado a ir a más con ella, de no ser porque, Darío Ricardo entro en ese momento en la habitación.
Por un momento hubo silencio, el rico heredero confundió el rubor de su prometida, por ser descubierta mientras desvelaba la intimidad de ambos dos, por la sorpresa de haber sido pillada en traicionera intimidad con aquel bufón al que una vez llamó amigo, incluso hermano.
-¡Sal! – la ordenó, conteniéndose por no hacer mayor numerito.
Sumisa y obediente, Beatricce abandonó en silencio la habitación.
Darío Ricardo y Lucas quedaron dentro, de seguro que el joven y rico heredero iba a exigir venganza o gratificación por una traición que solo existía en su mente... y de seguro, que aunque Lucas se lo explicó, el siempre orgulloso Rockefeller solo vió y escucho lo que ego herido le dictó.

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